Cogió todo lo que le hacía falta, unas tijeras, una cuerda, una banqueta y una ventana. Vivía en un primero y no tenía de donde colgar la cuerda, así que optó por las tijeras. Estaba sentada en una esquina de su habitación, junto con el peluche que él le regaló. Empezó a clavarse las tijeras y la sangre se derramaba por su muñeca con lentitud, gotita a gotita iban cayendo encima de el osito. De repente ella entró por la puerta. La chica lloró y sonrió, desahuciada y empapada de sangre corrió a abrazar a su mejor amiga, la única persona que pudo con la muerte sin arma ninguna.
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